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Resumen

Cuando vio el reflejo de los puentes de entrada a
Guayaquil hundidos bajo el agua, el hombre afirmó que haber tomado
ese trabajo fue una mala idea. No se dejó atemorizar por la niebla
ambarina que lo rodeaba todo. Volvió a poner en marcha el bote. La
proa se abría paso entre la espesura del aire. A pesar del inmenso
calor que le calaba hondo en la piel, se tapó el rostro con una franela
y cubrió su cabeza con un sombrero de ala larga.

Texto Completo:

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Sección
Rookies